¡Carpe diem! La humanidad entera debería celebrar a diario la vida, como lo hizo
Violeta Parra con su canción. Este misterioso impulso, gracias al que somos. Rayo
silente que a cada instante se hace evidente ante nuestros ojos, sin que le concedamos la
más mínima importancia, de tanto como es de cotidiana su presencia.
“Vida”, es un proyecto del artista reusense Jordi Abelló, que ha visto la luz de la misma
manera que estalla una semilla, en una celebrada exposición en el Centre Cultural Sanfeliu
de L’Hospitalet. Trabajos con aproximaciones científicas que deberíamos situar en un
estadio muy anterior a la prehistoria, pero que no podemos ver y comprender hasta ahora.
El artista considera que si el arte consiste en dar vida, era necesario investigar la vida, como si
tuviera instalado un microscopio en la punta del pincel.
Dibujos, imágenes capturadas, y un trabajo complementario en vídeo, distribuido en veintiún
capítulos, que van desde el Big-Band, a la explosión de la bomba atómica, y contienen el
misterio extraordinario de la vida en el vientre materno. Un calidoscopio, según el artista un
vitral, influenciado por los que hizo Marc Chagall en Zúrich, así como por la última casa
construida por Le Corbusier. Todos nosotros contenemos elementos, como la arquitectura,
que nos conducen a pensar que todas las formas de vida que hay en la tierra,
posiblemente tienen un nexo común. Una experiencia sorprendente en la trayectoria de
este artista siempre introspectiva, y a veces abismal, siempre interesante, y no siempre
grata. Un artista valiente, coronado por los dioses del Olimpo. Sus dibujos nos acercan al
surrealismo más depurado, nos muestran nuestro interior, sin reparar en
lo escalofriante que puede ser esta visión a nuestros ojos, como si esta disección se
mostrara públicamente en el escaparate de una casa de ortopedia. Conectores de ordenador
insertados en circuitos, prospectos de cachivaches humanizados por el propio artista,
conexiones que tienen que ver con una realidad más que figurativa y que corresponden a
nuestra capacidad de comunicación. Una visión dura de un futuro que se aproxima, cada vez
más cercano al mundo máquina del film “Metrópolis”. Todo ello en la búsqueda del origen de la
vida, quizás fue el polvo de las estrellas, el de origen solar o planetario, un misterio
transportado por primitivas auroras boreales llegadas a la tierra, antes de que el tiempo
fuera Tiempo. Y el agua, este elemento tan preciado, que a pesar de que no seamos
conscientes, es el mismo que fue en la prehistoria, y antes. Ni una gota más ni una
gota menos. Somos agua, y el agua nos muestra lo potente que es el reciclaje de la
naturaleza. Vida.
La fascinante belleza de las galaxias, o la de las visiones microscópicas que nos
permiten ver el mundo siempre intrigante de los seres no visibles al ojo humano. Mundos
inquietantes que están en nuestro mundo y que Jordi Abelló nos muestra en dibujos trucados y
fotogramas. Vida que diariamente está en nuestro entorno, en el arrebato emocional de los
adolescentes que se reúnen en el Paseo de Sant Antoni, o el de los patinadores, los
“Skatboys”, que apasionados hacen figuras y volteretas, bajo mi balcón. Vida, en los
árboles de donde los estorninos emprenden el vuelo haciendo una nube de punta de cojín sobre el azul
del cielo mediterráneo.
Belleza y vida, sí, una belleza insolente y a veces tenebrosa, y vida, ¡vida!, latidos, semillas
que estallan, insectos casi invisibles, investigación profunda en torno a un misterio.
Rompíamos moldes,
persiguiendo estrellas brillantes
Y dibujábamos en el aire
La palabra ARTE.