Ante las impactantes noticias, las aterradoras imágenes publicadas en los periódicos y emitidas en la televisión sobre los atentados en Barcelona y Cambrils, con el eco de otros, consumados en diversos lugares de Europa. Perpetrados por terroristas, que como tantos otros inmigrantes habían sido acogidos en Cataluña, las preguntas se suceden una tras otra. Los “¿por qué?” se acumulan, buscan inquietantes las causas, motivos, razones, y cuestionan la situación sin encontrar respuestas claras. Con tristeza y estupor, descubrimos que tenemos la casa llena de carcoma.
Resulta, cuando menos, intrigante, que por dos veces la obra pública de Joan Miró se haya visto involucrada en dos de los atentados de este recién comenzado siglo XXI, solo por el hecho de existir, no eran estos precisamente los objetivos, como tampoco lo eran todas las personas que, desafortunadamente, han perdido la vida. Por primera vez, en la tragedia del World Trade Center de Nueva York, donde entre tantas otras cosas, se destruyó el “Gran Tapiz” de Joan Miró y Josep Royo, que había sido realizado en “La Farinera” de Tarragona en los años setenta. Hablaba no hace mucho, al respecto de este espacio emblemático donde los maestros realizaron toda la obra textil con un equipo formado por alumnos de la Escuela de Arte, hoy repartida en colecciones públicas y privadas de Europa y América. Del “Gran Tapiz”, no más restan el magnífico cartón, estudio previo que conserva la Fundación Miró de Barcelona y que estuvo expuesto en el Museo de Arte Moderno de Tarragona, con todos los Tapices y sobreteixims realizados en “La Farinera”, las fotografías de Català Roca, reproducidas en el libro “La Farinera, el teler del món”, de la colección Tamarit, editado por Viena Edicions y la Diputación de Tarragona, que capturan diversos momentos del monumental trabajo, y el film de Pere Portabella, que nos muestra fragmentos de su ejecución, y la salida del tapiz por un boquete que se tuvo que practicar en uno de los muros de “La Farinera, para poderlo sacar al exterior, enrollado como un gran gusano, camino de su exposición en el Gran Palais de París antes de viajar a Nueva York, donde después de estar expuesto al público durante cerca de cuarenta años, y ser fotografiado por millones de turistas, encontró su destrucción. El Estado Islámico, cerebro de los atentados tiene por costumbre destruir todos los vestigios de antiguas culturas que encuentra a su paso, tanto si son islámicas como no. El “Gran Tapiz”, a pesar de no estar contemplado como objetivo, ni pertenecer a la clasificación arcaica, se puede sumar perfectamente a la destrucción de los Budas de Bamiyan, en Afganistán, y a los monumentos y esculturas destruidas en los museos de los territorios ocupados a fuego y sangre.
Ahora, todo lo contrario, el mosaico de pavimento situado en el Pla de l’Os de Las Ramblas de Barcelona, donde Younes Abouyaaqoub abandonó la furgoneta, después de dejar tras de sí, muertos y heridos extendidos por toda la Rambla. Parece haber detenido el golpe. Un mosaico, obsequio de Miró a Barcelona, creado para dar la bienvenida a todo el que llega a nuestro país, tierra de acogida y hermanamiento con todos los pueblos del mundo. Una obra brillante, como casi todas las del maestro, inspirada en los rosetones de las catedrales, hoy le he oído explicar a Luis Permanyer. Obras que como entonces bajo tierra, estallan en el interior del artista, emergen y crecen potentes mirando al cielo, buscando estrellas, planetas y constelaciones en las que espejarse, mientras escuchan el canto de los pájaros, el sonido cristalino de las fuentes y el rumor de las olas en la playa. Concebidas, y a veces realizadas en el Camp de Tarragona, y en Tarragona mismo, en París, en Barcelona, o en Palma de Mallorca. Este mismo Camp de Tarragona donde los terroristas, camuflados de okupas en casas abandonadas perpetraban la tragedia, adolescentes poco ilustrados, infectados por el virus del odio, transmitido por el no tan joven Imán de Ripoll, que los ha ido transformando en reaccionarios furiosos en contra de la vida en libertad. Aferrados a leyes arcaicas, nunca contempladas en la religión islámica, y en nombre de un dios creado en su imaginario, bandera del Estado Islámico, se han abocado a una guerra santa, la “Gihad”, de financiación muy limitada y resultados espeluznantes en contra de nuestra civilización, en la que los musulmanes, precisamente, resultan ser las principales víctimas. En Cambrils han intentado llevar a cabo un acto de terror semejante al de Las Ramblas, y después de dejar un rastro siniestro de viandantes atropellados, cuando no heridos y asesinados a golpes de cuchillo, los Mossos d’Esquadra en una eficaz actuación han abatido a los terroristas. Era primera hora de la noche, y el mar se quedó de piedra.
La potencia de la obra de Joan Miró, trasciende de ella misma, representa la vida en todo su esplendor y la relación cósmica de todo ser vivo con el universo. Querría creer que su poderosa magia, hizo que la máquina infernal se detuviera justo al llegar al punto del emplazamiento de su mosaico en el Pla de l’Os, cortando en seco su siniestra ruta criminal. Quizás la intervención de una potencia superior a todos nosotros, y el poder del arte, han desbaratado los planes de lo que hubiera podido ser una masacre de mayor alcance, que la que hemos vivido. Ahora sabemos que querían atentar en lugares emblemáticos, y la deflagración de la casa de Alcanar, donde ocultaban y manipulaban los explosivos se lo impidió, la visión de la nube en forma de hongo, provocado por el estallido, elevándose cielo arriba es inolvidable. El pasado sábado, la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona convocaron una manifestación “sin miedo”, que fue masiva, en respuesta a los atentados. Cuando el río de manifestantes llegó a la Plaza de Cataluña, la portavoz de la fundación Ibn Batuta, Miram Hatibi, y la actriz Rosa Maria Sardà, se dirigieron al público, culminando su parlamento con el fragmento de un texto de Federico García Lorca:
“La única calle de la Tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante en brisas, hermosa de encuentros y antigua de sangre”.
Y La Sardà, espléndida recitando a Joan de Sagarra:
“¿Usted sabe qué es, la Rambla de las flores?… Es la sala de baile de Barcelona.”
Después sonó “El cant dels ocells”, de Pau Casals, en un silencio ensordecedor, interpretado por el violonchelista Peter Thiermann y el estudiante de violonchelo Guillem Gràcia.
Mientras la guerra contra el Estado Islámico continúa en Irak y en Siria, que en el pasado fueron verdaderos vergeles, cunas de cultura, ahora territorios yermos y arrasados. En la manifestación, hubo pitidos y abucheos dirigidos al Rey y a los representantes del gobierno español, por su implicación en la venta de armas a Arabia Saudí, que financia al Estado Islámico.
Las flores pisoteadas renacerán, no serán las mismas, pero serán flores. El mosaico de Miró, ahora icono de duelo, mañana volverá a dar la bienvenida a todos los ciudadanos del mundo.