La placa de La Farinera

La placa de La Farinera

Después de un florido ramo de artículos, la mayoría publicados en el ‘Diari’ y posteriormente reunidos en un opúsculo editado por Bibliòfils de Tarragona, ‘Set articles i un gat’, conseguimos trasladar el ‘Tapís de Tarragona’

En el año 2007 conseguimos trasladar el Tapís de Tarragona, de Joan Miró y Josep Royo, realizado en el año 1970, propiedad de la Cruz Roja de Tarragona, del Museo de Historia al Museo de Arte Moderno, con la inestimable colaboración del entonces vicepresidente de la Diputación, Albert Vallvé, la directora del MAMT, Rosa Ricomà, y el director del Museo de Historia, Lluís Balart.
Todo ello había comenzado tiempo atrás, cuando el periodista y crítico de teatro Joan de Sagarra vino a Tarragona para ver dos exposiciones mías. Saliendo del Antiguo Ayuntamiento, Joan me dijo que tenía interés en visitar la Casa Castellarnau, ya que es descendiente de esta noble estirpe. Yo le acompañé encantado. Así que entramos en la Casa Castellarnau / Museo de la Historia de la Ciudad, y desearía haberme fundido. Delante nuestro, el Tapís de Tarragona, lleno de polvo y aplastado detrás de un cristal, con los laterales al descubierto. Joan me preguntó qué era y le expliqué que no se le ocurriera comentar en alguno de sus artículos su visita a Tarragona, y hacer referencia al lamentable estado de conservación de una obra tan emblemática, que lleva el nombre de Tarragona inscrito en su ADN y que fue un obsequio de agradecimiento del artista al doctor Orozco, el cual operó a su hija después de un grave accidente.

La llegada del Tapís al Museo de Arte Moderno, que reunía todas las condiciones para su conservación, fue celebrada por todos. Josep Royo, que lo había realizado a partir de unos dibujos y una tela del maestro, se dedicó con pasión a devolverle su esplendor original. Mientras tanto, el MAMT en colaboración con la Fundación Joan Miró, trabajaban para organizar una ambiciosa exposición de los tapices y ‘sobreteixims’ realizados por Miró & Royo, en La Farinera de Tarragona. Y yo, con Josep Royo, elaboraba un texto para un libro que después coeditaron la Diputación, el MAMT y Viena ediciones, de la colección Tamarit: La Farinera de Tarragona, el telar del mundo, con prólogo de Rosa Maria Malet, directora de la Fundación Miró. Este libro reúne por primera vez la catalogación completa de todos los trabajos realizados por los dos maestros.

El día de la presentación, la entonces concejala de Cultura del Ayuntamiento, en funciones, Begoña Floria, en su discurso, se comprometió a instalar una placa conmemorativa en el muro exterior del edificio construido en el solar donde estuvo La Farinera, la vieja fábrica de harina de Tarragona que, estando en desuso, se convirtió en el espacio de trabajo de Miró & Royo, y de un equipo formado por alumnos avanzados del Aula de tapiz, que Josep dirigía en la antigua Escuela de Arte, hoy Museo de Arte Moderno. Un espacio de donde salieron magníficos trabajos que hoy están en colecciones de todo el mundo, entre ellos el Tapís de la Fundación Miró de Barcelona, el de la National Gallery of Art de Washington y el malogrado Gran Tapís del World Trade Center de Nueva York. Josep y yo decidimos que la placa debía ser algo diferente de lo habitual y, por lo tanto, crearíamos un original que hablara de lo que había sido este prodigioso espacio, para posteriormente fundirlo en bronce. Yo elegí una magnífica madera encontrada, que tenía guardada como un tesoro en mi taller. Escribí un breve texto que transmití a los interesados y, una vez aprobado, lo corté sobre la madera. Costó mucho más de lo que me pensaba, la madera vieja, un tablón de obra, tenía unas vetas durísimas y traicioneras, pero finalmente me salí con la mía. En la parte izquierda preparé un pequeño telar, quizás el más pequeño del mundo, para que Josep Royo hiciera unos nudos de tapiz, de estos que lo distinguen, y que hicieron que en su día Miró le otorgara toda su confianza, y el Ministerio de Cultura le concediera el Premio Nacional de Tapiz. La placa, con el beneplácito de todos, salió de mi taller hacia la fundición. Pasados unos días enviaron el presupuesto: dos mil euros. Fundir una pieza en bronce siempre conlleva problemas, una placa, aún más. El precio de la fundición me pareció más que razonable. Pero pasó un mes, y dos y más, y al no obtener ningún tipo de respuesta por parte del Ayuntamiento, pedí que me la devolvieran. Pasado un tiempo, cuando a raíz de los estragos de la crisis el proyecto de mi fundación se fue al traste y tuve que cerrar el taller, la placa, con la colección de obras de mi autoría, la cedí al Museo de Arte Moderno. Después el Centro de Arte de Tarragona pasó a llamarse El Teler de llum y tomó como mascarón de proa el espíritu de La Farinera de Miró & Royo. A través de su dirección, me pidieron tener acceso a la placa, con la intención de hacerla fundir e instalarla. Y otra vez, esta vez desde el MAMT, viajó a la fundición, pendiente de un nuevo presupuesto. A pesar de haber pasado unos años, la cantidad presupuestada para la fundición fue la misma. Y, de nuevo, la placa permaneció un mes tras otro en la fundición, y después de un elegante toque de atención, reposó durante unos meses en un despacho de Cultura del Ayuntamiento.

Royo y yo decidimos no cobrar nada, para que finalmente se pudiera fundir la dichosa placa. Y nada de nada. Silencio. Al cabo de más de un año, el original de la placa de La Farinera volvió al Museo de Arte Moderno. Agradecería que si algún día deciden fundirla, me lo hagan saber. Me encomiendo a Afrodita para que no pongan una de estas placas funerarias que he visto colocadas en los últimos tiempos, sustituyendo alguna de las que yo había diseñado. Es mejor no poner nada. En todo caso, La Farinera, que en su momento no recibió ningún tipo de atención por parte de la ciudad, a pesar de ser una de sus etapas de proyección internacional más brillantes, permanecerá para siempre reflejada como en un espejo en las magníficas fotografías de Català-Roca, y en la boirosa, por fortuna escrita, memoria de la Historia del Arte Contemporáneo.

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