Apenas había franqueado la puerta del Museo, y entraba en el vestíbulo, cuando me sorprendió una oleada de estudiantes que, con una frescura poco usual, hablaban de las obras que estaban expuestas. Iban y venían de una sala a otra, comparando, estableciendo teorías entre la época en que fueron realizadas y la actualidad. Un señor me pidió muy amablemente si me podía apartar porque quería fotografiar el dibujo que yo estaba mirando, y detrás de mí, unas señoras de mediana edad, leían en voz baja un rótulo situado sobre la pared donde se exponen los yesos originales. Obras altamente significativas del trabajo del maestro. “Aparece a veces con su cara de cantaor de flamenco, con su mirada tosca y renegrida, mirada de hombre que se tiñe la mirada”. Palabras de Ramón Gómez de la Serna, que definen físicamente al escultor Julio Antonio, palabras que cobran vida al ser pronunciadas a media voz. El Museo de Arte Moderno de la Diputación de Tarragona, para celebrar el 125 aniversario del nacimiento del escultor, presenta “Julio Antonio, volumen dibujado”. Una exposición respaldada con diversas conferencias, a cargo de Antonio Salcedo Miliani, Teresa Camps, Francesc Fontbona, Lourdes Gimenez, Rosa Maria Ricomà, directora del Museo, y Marisa Suarez, jefa del proyecto de Difusión. Que nos acercan a la época, la obra y la figura del artista.
Sanguinas, lápiz azul y carbón sobre papel. Técnicas mixtas de sanguina y carbón en los dibujos de niños, de una extremada ternura y desolación. Dibujos en los que se observan los problemas de salud por la deficiencia alimentaria de las clases marginales de la época. Magnífica “La niña”, con esbozos al lateral derecho del dibujo. Los estudiantes estaban en la segunda sala, donde se proyecta el audiovisual de los trabajos de docencia realizados sobre la obra de Julio Antonio, relacionados con la colección que atesora el Museo, expuesta permanentemente en el primer piso del edificio. Uno de los jóvenes comentaba que los pequeños cuadernos de trabajo del escultor que se exponen en vitrina, parecen peces exóticos dentro de una pecera. Los otros debatían impresiones sobre los dibujos de gran formato, algunos con esbozos anteriores y pequeños desperfectos, que en conceptos contemporáneos los acercan a matéricas abstracciones de plano y línea. Un grupo de chicas permanecían absortas ante el “Torso masculino”, glosaban que, a pesar de ser un sencillo carbón sobre papel de estraza, parece como si el artista hubiera enfocado el trabajo en el análisis del espacio, del aire entre el torso y el brazo. Comentaban, cuán interesante sería poder ver las obras prescindiendo del nombre del autor, y de la época a la que pertenecen, y dejar que, liberadas, hablaran por sí mismas. Observaríamos cómo de antiacadémico es el trabajo de Julio Antonio, y de qué manera propone una modernidad sin caducidad.
Al otro lado, en la sala frente al vestíbulo, nos recibe portentoso, el busto modelado en pasta de madera del monumento a Goya, a su alrededor los proyectos para otros monumentos en los que se pone de relieve el dibujo arquitectónico que se aproxima al del renacimiento. En la misma sala se expone el sorprendente y conceptual bronce de 1914 “Moza de Aldea del Rey”. Impresiona el esbozo para el “Monumento a los poetas”, que como otros, por una u otra razón no se llegó a realizar. Me produce la impresión de que en este claustro de cipreses que propone, en lo alto de la escalinata, no hay nada más que el espacio cerrado, abierto al cielo, un contenedor del pensamiento de todas las épocas, sin techo, permanentemente comunicado con el universo, dedicado a los poetas de todos los tiempos.
A la derecha, en una sala anexa, otro grupo de jóvenes amparados por la presencia lejana del tapiz de Joan Miró y Josep Royo, miraban embelesados los estudios y modelados para el monumento al compositor Enric Granados, que se exponen con los moldes de silicona para la fundición del proyecto. Metamorfosis de las formas, que invertidas en el molde adquieren un vértigo de velocidades, de tensiones internas, que son como una bocanada en el respirar permanente de la obra de Julio Antonio.
Los estudiantes continuaban observando las obras hasta el más mínimo detalle, algunos salían fuera a la calle, donde continuaban la tertulia, para volver a entrar al cabo de un rato, cautivados por el magnetismo del volumen dibujado.