El comercio del arte en Sitges, un sector estratégico

La calidad, la variedad, la novedad y también la originalidad han sido los rasgos distintivos que han caracterizado el comercio sitgetano.

El comercio en general, las tiendas y los establecimientos comerciales son uno de los pilares básicos en la economía actual y en la imagen externa de una villa turística de primer orden como es Sitges. La calidad, la variedad, la novedad y también la originalidad han sido los rasgos distintivos que han caracterizado el comercio sitgetano, un modelo comercial que ha conservado las trazas de una tradicional fisonomía adaptándose a los tiempos modernos. Arte moderno y arte antiguo han convivido en frágil equilibrio en el Sitges de nuestros abuelos y en el Sitges de hoy.

Si nos centramos en el comercio del arte, en el mercado de las antigüedades junto con el de comercio de brocanters y el dirigido a coleccionistas de objetos raros y singulares o a los de numismática y filatelia podremos comprobar que históricamente en Sitges este ámbito ha sido uno de los sectores estratégicos, fundamentales en su identidad de villa cultural y artística.

Primero Santiago Rusiñol y después el norteamericano Charles Deering pero también muchos otros coleccionistas como el doctor Pérez Rosales y artistas actuales como Miguel Condé, Pere Stämpfli o Manuel Blesa han hecho de Sitges un referente en las artes y por consecuencia en las antigüedades y el coleccionismo. La renovación y modernización de un sector tan tradicional como es el de las artes y las antigüedades no ha superado las sucesivas crisis, actualmente asistimos al declive y al cierre de establecimientos que conferían sabor antiguo y autenticidad a la Ribera sitgetana. Llorenç es el último de los anticuarios sitgetanos que se ha visto empujado a cerrar su característico “Cau Ferrat” parado en los bajos de Can Falç haciendo esquina con la calle de la Carreta. Las ventanas enrejadas permanecen ahora empapeladas y vacías.

Esta crisis permanente del sector de las artes y las antigüedades, la temporalidad del turismo a trompicones, la enfermiza dependencia de los factores coyunturales fueron representados fielmente por el artista Josep Maria Rosselló en el plafón que aún hoy se puede ver en la pared medianera de la Pizzeria del Cap de la Vila donde la figura del marinero sitgetano calzado con un zapato y una alpargata se lleva sobre el hombro la blanca sirena convertida en personificación de la Blanca Subur. Una versión del mítico Rapto de Europa transpuesto a nuestra contemporaneidad, a pesar de que el plafón cuente ya los cuarenta y tantos años a sus espaldas. De manera simbólica Rosselló retrató esta idea de una Sitges quimérica, blanca y bella raptada por Diego Ruiz, médico filósofo, uno de aquellos personajes singulares que construyeron el imaginario de un blanco refugio sitgetano.

Los tiempos cambian pero la esencia permanece: el reciente hallazgo del anillo de oro de época romana en el Racó de la Calma, las prospecciones submarinas de los restos de barcos frente a la playa del Estanyol, la restauración del cañón del Baulard y tantos otros elementos patrimoniales nos transportan en el tiempo haciendo de Sitges este lugar mágico donde la modernidad y los tiempos antiguos se dan la mano en un presente que busca mantener lo que aún queda.

El comercio del arte, el mercado de antigüedades y el coleccionismo nos remite a este mundo sumergido que podemos descubrir si limpiamos las gafas con el elixir fantástico que Fernanda Krahn-Uribe nos propone en su historia “El limpiagafas cuántico” editado por Siruela. Divertida visión de un Sitges moderno y antiguo a la vez.

Fuente: http://www.eixdiari.cat/opinio/doc/55778/el-comerc-de-lart-a-sitges-un-sector-estrategic.html

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