A RAMON CATAFAU VIDAL

Uno de los trabajos del artista joven es el de visitar galerías de arte para encontrar las que le representen y le vendan su obra. Yo, en 1968, estando en Tarragona, iba dando palos de ciego, como todos los artistas jóvenes, y alguien me habló de una galería en Vilanova que lo estaba petando. Era la galería Catafau, sin pensármelo dos veces, cogí el tren y me fui. La galería no era muy grande, me recibió un señor más bien bajito, gordo y con bigote: era Ramón Catafau, quedó encantado con los trabajos que le llevé, que ya se quedaron en la galería. Era un personaje vivo y curioso, me presentó a su señora, una chica valenciana de bandera, Rosario. Tenían una hija que se llamaba Gessamí, me hizo gracia el nombre, porque entonces no era nada usual ponerle a una criatura un nombre que no estuviera en el santoral, normas de la tradición.
Hicimos algunas exposiciones en la galería de Vilanova, y Ramón iba vendiéndome algunas obras, pequeños formatos, dibujos, que en la actualidad están en manos de los coleccionistas que los adquirieron. Un buen día me dijo que abría galería en Sitges, y quería hacer una exposición mía. La nueva galería se llamó Catafau2, y estaba encima de la Pizzeria del Cap de la Vila, donde en la actualidad está el Janio’s. En la inauguración de mi muestra, conocí a una pareja, francesa ella y americano él, Antoinette y Milo, que me ofrecieron ocupar uno de sus apartamentos, durante el invierno,. Así es como llegué a la bella villa marinera, y me quedé. A las recientes amistades hay que añadir a Santi Pérez, que no hacía mucho había abierto la Pizzeria, y su esposa Marta Camps.
Ramón quería que le hiciera una colección de dibujos eróticos, y me pasó un libro (clandestino) del Marqués de Sade, y también me pasó varias sesiones de películas pornográficas en blanco y negro, que francamente no me gustaron nada. Pero bueno, de allí salió una buena colección de dibujos eróticos en los que él era uno de los personajes. Después, a pesar de que todo el mundo estaba en contra, él también, yo me fui a exponer a Barcelona, y fue un éxito. Esto nos distanció un poco, pero al cabo de poco tiempo me propuso hacer una exposición en el Drugstore de Passeig de Gràcia. En aquellos años hay que decir que era el centro de todos los noctámbulos de Barcelona, entre otras cosas, porque no cerraba en toda la noche. Después abrió galería en Barcelona Art-Nou Signe. La de Vilanova ya la había cerrado, y la de Sitges duró hasta finales del verano. En Art-Nou Signe expuse una colección de trabajos sobre los Nocturnos de Chopin. Yo, después de mi primera exposición en el Ateneu Barcelonès, preparé otra en homenaje a Federico García Lorca. La Diputación de Barcelona adquirió la colección de pintura, que durante mucho tiempo estuvo colgada en las dependencias del Institut del Teatre. Con el dinero que cobré, alquilé el taller que durante unos cuantos años tuve en las golfas de la Calle d’en Bosch de Sitges. Ramón venía a menudo, disfrutaba como un cabrito removiendo carpetas, y comprándome al por mayor, dibujos y dibujitos y algunas telas, muchas de ellas inacabadas, incluso sin firmar, que fueron formando parte de su, ya considerable colección, a la que también se sumaban obras de otros artistas, libros eróticos y cachivaches comprados en los encantes con la promesa de ser posibles obras de arte.
Cuando yo me fui a vivir a Barcelona, Ramón me ayudó en la adquisición de los electrodomésticos , pues entonces llevaba una empresa de regalos de empresa, y tenía al alcance ofertas diversas de las cuales pude sacar provecho. Ramón era un romántico de tiempos pasados, y en algunos momentos llegué a pensar que en realidad, no vivía en la época que le correspondía, sino que su evasión, lo convertía en un personaje del modernismo, decadente, sí, pero a todas horas vivo.
Se separó de Rosario, y se volvió a casar con Elvira Pané, con quien tuvo un hijo, Jaume. Cuando yo vivía en Madrid, cada vez que iba a Barcelona, los pasaba a ver. Entonces tenían una librería cerca de su casa, y la regentaban entre los dos, por cierto con mucha gracia. Nunca podré olvidar el almacén de aquella librería que era mucho, pero mucho más grande de lo que el público podía llegar a pensar. Allí organicé toda la prensa cuando llegué de Tánger. Parecía la casa del terror. Estaba lleno de cosas, pilas de cartulinas, cajas y vete a saber qué, tanto que casi se hacía imposible circular sin tropezar. Nunca pude entender cómo Ramón se podía aclarar, pero era su caos. En el altillo de encima de la librería tenía toda la obra que me había ido comprando, eran pilas de dibujos encima de las mesas. De repente todo mi pasado me vino a ver, y quedé colapsado, prácticamente no había querido vender casi nada de todo lo que me había ido adquiriendo.
Él y Elvira, también regentaron la Sociedad gastronómica Bon Profit ”. A A Ramón le gustaba mucho comer y cocinar, comer y cocinar y viceversa. Se hacían grandes comidas en el Bon Profit ”. J o celebré la cena de inauguración de mi exposición en la Biblioteca de Catalunya, y una comida de prensa cuando preparábamos el premio “Estel de llibertat” para los “Lyon’s”-Club de Barcelona. Ramón era feliz en aquel entorno, y no paraba, parecía empujado por una ventolera que los demás sólo podían percibir a través de él.
Después, montó un restaurante en la Granyena de Segarra, y me invitó a ir, no cuántas veces, pero yo no podía ir, tenía el restaurante lleno de obra mía, y su deseo era que yo fuera y me quedara allí una temporada, pero los artistas, nunca somos tan libres como a los demás les pueda parecer, y no pude ir. Aquí es donde Ramón tropezó. De una manera u otra, siempre se había ido saliendo de las empresas que organizaba, pero esta vez, la cosa no fue bien, y él fue entrando en una espiral que lo condujo poco a poco hacia una peligrosa depresión. La última vez que nos vimos, fue en la inauguración de mi exposición en la Galería Mar de Barcelona. Se había vestido para la ocasión, llevaba traje negro y bastón con puño de plata. Le habían ayudado a vestirse, casi empujado, Elvira y Jaume que lo acompañaron. Él estuvo fantástico, iba de una obra a otra empujado por aquella ventolera que lo distinguía del resto de los invitados. Era él imitándose a él mismo. Sé que le costó un gran esfuerzo, muy por encima de sus posibilidades. Esta es la imagen que quiero recordar, esta y la de un día que nos hicimos una sesión de fotografías con máscaras en la mesa de billar del Bon Profit.

Dibujo de Josep Maria Rosselló.

Fuente: http://www.bonart.cat/actual/a-ramon-catafau-vidal/

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