“EL ARTE EN LA CALLE”
Un proyecto realizado en Madrid, en el año 1986.
Eran los años de la “Movida madrileña” y del “Pelotazo”. Yo, a pesar de tener el taller en Madrid,
me había trasladado unos meses a Sevilla, para pintar los telones de la obra de teatro “Piel de Toro”
de Salvador Távora con La Cuadra de Sevilla. Después del estreno, volví a Madrid, porque
me reclamaba otro proyecto. El amigo y crítico de arte Santiago Amón ya me había hablado de ello
cuando vino a verme a Sevilla. Se trataba de sacar provecho de las vallas publicitarias
consideradas obsoletas, ya fuera porque se habían hecho viejas o porque molestaban. No estaba permitido
exhibir publicidad en ellas, y tampoco las retiraban por el alto coste económico que representaba la
operación, eran muchas en todo el territorio español, y resultaban ruinosas por todas partes, sin ningún
tipo de utilidad. La idea era exponer reproducciones de las obras de los grandes maestros de la
pintura española del siglo XX, y seguidamente las de los jóvenes de aquella generación. Los artistas
elegidos fueron: Pablo Picasso, Juan Gris, Joan Miró y Salvador Dalí.
Los encuentros con Santiago Amón, en mi taller de la calle General Arrando, o en la casa de los
promotores del proyecto “ARA, espacio de creación”, en la calle del Doctor Arce, siempre eran
amenos, divertidos y fructíferos, a pesar de que más de una vez a los demás les pareciera que teníamos
conversaciones en lengua etrusca. “El Arte en la calle” fue un éxito, y Santiago daba charlas
y conferencias por todas partes, hablando de los artistas. Yo preparaba frenéticamente mis trabajos
relacionados con el proyecto, pues me tocaba ser el primero en exponer, después de los maestros.
También me encargaba de preparar los “dossieres” de cada uno de los proyectos, las obras que los
conformaban las elegíamos en las reuniones.
Todos los artistas expuestos fueron muy bien recibidos por el público, y así lo reflejaron tanto los
medios de comunicación como las encuestas; especialmente exitoso fue el dedicado a Joan Miró,
que había muerto hacía un año. Y cuando le llegó el turno a Salvador Dalí, la expectación fue total.
El artista, a pesar de estar postrado en Torre Galatea, conservaba una lucidez admirable, no hay más que
leer la última entrevista que le hizo Santiago Amón. El maestro se entusiasmó con el
proyecto, improvisó una frase para que acompañara las reproducciones en las vallas: ¡Viva la
Gala!, y a escondidas nos hizo llegar una colección de temblorosas firmas, para que eligiéramos la
que consideráramos más adecuada para reproducirla. Temblorosa, sí, pero decidida y rotundamente
daliniana. El éxito fue absoluto, se produjo una imprevista conexión entre público y artista,
todo el mundo percibió que Dalí les daba una parte de aquel espíritu dañado por la edad, nunca
vencido, que aún latía. Tanto fue así que en una reunión en Doctor Arce, acordamos
cerrar el proyecto. Difícilmente otro artista, por más que se esforzara, podía alcanzar un
reto semejante. Y continuar, condenaba a los artistas y al proyecto. También acordamos
repetir la muestra Salvador Dalí, como una culminación final, con la reproducción de otras obras
del maestro, otro éxito. Y el proyecto “El Arte en la calle” se dio por cerrado. La “Plaza de
Salvador Dalí”, en Madrid, fue fruto de este proyecto.
Las telas que pinté para dar continuidad a “El Arte en la calle”, con la ambición de
conformar una exposición, como eran de gran formato, se conservaban enrolladas y fueron
a parar a un almacén. No se pudieron recuperar hasta al cabo de veinte años, con las de otro
proyecto de teatro realizado en Roma “La Pascua popular flamenca”. Ahora hace diez años se
pudieron ver en el Tinglado 1 del Moll de Costa del Port de Tarragona, dentro del proyecto “ Cadavre &
Grafitti”, que fue fotografiado por Pep Escoda.
El gran formato de los trabajos realizados para “El Arte en la calle” está relacionado con el propósito
de evitar en lo posible los “píxeles” que se producían en las macro-reproducciones que entonces se
hacían para las vallas publicitarias, que no desaparecían más que en la visión lejana, pero no en
la proximidad. También es el motivo por el cual se han pasado la vida a oscuras, enrolladas y
almacenadas, y por más que se cuiden, su proporción acusa su deterioro.
Yo las llamaba “Telas colgantes”, “La venus de Montera” y el “Nocturno de 1986” y unas cuantas
más, estaba previsto exponerlas sin bastidor, como habían sido pintadas, un trabajo
experimental, que una vez fotografiado, llega a su fin. Ahora, con las de la Pascua, formarán
parte de “Creación – Destrucción, teoría de un proyecto”, en el que mudarán de forma, y serán
repartidas a trozos entre el público asistente, y de los restos saldrán dos libros de artista, uno
para la colección del Port, y el otro para mi colección que está depositada en el Museo de Arte
Moderno de la Diputación de Tarragona.
————————————————Josep Maria Rosselló————————————————–